«24 HORAS JUNTOS? YO NO PODRÍA!»
Eso nos lo ha dicho muuuucha gente, y no es para menos. El desafío de viajar en pareja significa pasar 24 horas todos los días juntos y no destrozar la relación. Te diré que no es nada fácil. Fue algo que nunca pensamos antes del viaje!
Cuando salimos de Madrid hubo tantos cambios y tantos planes que no había momentos de silencio, pero según fueron pasando las semanas y los meses eso fue cambiando. Se sigue hablando y recordando cosas del pasado o situaciones vividas e ideas de futuro, pero el día a día cambia porque no hay nada nuevo que contar. Todo lo vivido se vive en pareja, toda la gente que conocemos la conocemos los 2, los lugares nuevos los descubrimos juntos, en los momentos de tensión ambos tiramos para adelante, entonces?? Que me vas a contar que yo no sepa!!!
Después de 9 meses de ruta llegamos a Bolivia. Allí fue la primera vez que nos separamos en el viaje. Pablo se fue a escalar un seis mil (el Huayna Potosí) y yo decidí quedarme en el lago Titicaca. Me costó mucho decidir que no iba, porque sería algo que no viviríamos juntos, pero consideré todos los puntos y no me veía con ganas de lanzarme a ese reto. Entonces llegó el día, me quedé sola en un pueblecito de Bolivia!
Esos días aproveché para hacer lo que durante el viaje queda relegado a último plano. Vi series en el ordenador que ya ni recordaba de que iban, fui a un centro de alimentación vegana para ayudar y aprender a cocinar, reorganicé mi maleta, me fui a conocer Copacabana: sus calles, su mercado, las artesanías…, cosí algunas cosas que llevaban meses descosidas, dediqué una tarde entera a mi (me corté el pelo – solo las puntas!- , me pinté las uñas, hidratación, depilación….) y sabes que??? ¡¡¡Que gusto!!! Si, en algunos momentos pensaba en Pablo, como lo estaría pasando, si estaría bien, si yo habría tomado la decisión correcta, o si tendría que haber ido… pero no, poniendo todo sobre una balanza estaba contenta. Más que contenta, estaba tranquila disfrutando de mi momento.
Cuando Pablo llegó dos días después fue tan bueno! Tuvimos esa sensación ya olvidada de echarse de menos. Teníamos cosas nuevas para compartir, experiencias que contar.. ahí nos dimos cuenta lo importante que es mantener el espacio de cada uno. Tener algunas cosas independientes, algunos objetivos individuales.

Belén en la Isla del Sol, Lago Titicaca (Bolivia)
La realidad fue, que después de todo y aún sabiendo lo bueno que era, es muy complicado mantener esa independencia.
Y entonces?? Y entonces disfrutas a rabiar de los momentos mágicos del viaje, donde sientes que con tu pareja al lado puedes llegar a la luna. Te sientes pleno cuando llegas a lugares inhóspitos y puedes compartir esos momentos con tu compañero de ruta. Te llenas de orgullo cuando aún con todo el tiempo que se pasa juntos descubres algo nuevo de él y de como va cambiando con todas las nuevas experiencias. Entonces comprendes que quizás estar tanto tiempo juntos le quita una chispita al encanto de viajar juntos, pero que respetando los momentos en que alguno quiere estar en silencio o haciendo algo a solas, la relación va superando algo que nunca antes había tenido: demasiado tiempo juntos.
Y ahí está el secreto de viaje, llegar a equilibrar las ganas de compartirlo todo, con las ganas de tener cada uno su espacio y cuidarlo.

Pablo en la cumbre del nevado Huayna Potosi (Bolívia)
Para los que aún no saben muy bien si podrían pasar tanto tiempo con su pareja, os recomiendo buscar pequeñas cosas a desarrollar individualmente. Da igual lo que sea! Pintar, diseñar, escribir un blog, manualidades… el tema es tener momentos para uno mismo.
Así que puedo decir, que tras casi dos años de ruta, hay días que no tenemos mucho que contarnos. Comemos delante del ordenador o con el móvil en la mano, pero no cambiaría por nada del mundo el poder compartir esta experiencia con mi compañero de vida!
Como muchos nos dicen, nuestros hijos no necesitarán TV para entretenerse ni cuentos inventados. 😉